Perfumes, esencias naturales y otras maravillas de los zocos de La Medina



Flor de naranjo
Alejado de los grandes ejes turísticos del país, la península del Cabo Bon recibe regularmente la visita de grandes firmas de la perfumería que llegan para aprovisionarse de flores de naranjo amargo. De las flores destiladas se extrae el extracto de neroli que se encuentra en la composición de perfumes de gama alta, en especial de Guerlain. El naranjo amargo pertenece a la familia de los cítricos; en primavera se cubre de flores blancas que se recolectan a razón de 1.000 toneladas por año, de las que se extraen sólo 1.000 litros de neroli. Esto explica su rareza y justifica su elevado coste en perfumería.

Caminando por La Medina, nos encontramos con el zoco de los perfumes, conocido como el Attarine, construido en el siglo XIII por Abu Zakariya. 

Destacan los puestos decorados con tonos verdes y dorados en los que se pueden admirar, y en este caso respirar, los sacos repletos de especias que desprenden suaves fragancias como las de la henna tanto en polvo como en rama, los perfumes, velas con olor, champúes como el tfal, típicamente árabe, inciensos de distintos aromas, khol en frasquitos que son una auténtica obra de arte y esencias de jazmín o de azahar, entre otras muchas, que se extienden por todo el mercado otorgándole un carácter único. Sin duda es uno de los zocos más atractivos, tanto por su colorido como por sus aromas.

Frascos de perfume típicos tunecinos
A medida que vamos avanzando por las calles de La Medina, irán apareciendo multitud de zocos. Se diferencian porque cada uno de ellos pertenece a un ramo de artesanos y paseando por las distintas callejuelas los olores de los materiales irán descubriéndonos a qué variedad de artesanía nos estamos acercando. Lo mejor es dejarse llevar, se indican algunos de ellos, quizá los más visitados y populares, pero todos merecen la pena:

El Zoco de las Chechias, del año 1675, concentra todas las chechías, “sheshía”, es decir, los peculiares gorritos de color rojo de lana con una borla negra, de origen morisco y muy común entre los tunecinos. Es una de las artesanías más antiguas del país que conlleva una complicada elaboración compuesta por el teñido, cardado y prensado de la lana, uno de estos curiosos gorritos puede llevar un mes de trabajo.

El Zoco el Trouk, Mercado de los Turcos, fue construido en el siglo XVII y ofrece diversa y variada artesanía de todo el país. Merece la pena descansar tomando un té en el Café de los Hombres Santos.

Si se desean tejidos, hay que acercarse al Zoco el Koumach, que data del siglo XV, donde se puede adquirir toda clase de vestimenta de distintas etnias como los mellias, trajes de las mujeres beréberes o yebbas, masculinas.





Para piel y talabartería el Zoco es Sekkajine especializado en el trabajo manual del cuero. Espectacular por el colorido resulta el Zoco de los Tintoreros en donde se realizan a mano los teñidos de los tejidos que cuelgan en todos los puestos. En el Zoco el Lefta se encontrarán colchas de colores, mantas, tapices y alfombras. Aquí puede disfrutar de una buena taza de té en las terrazas de alguno de sus bazares que ofrecen una maravillosa panorámica de la Medina. El Zoco de Nahas o del cobre, en el que aún se utilizan las técnicas más tradicionales en el cincelado de este material consiguiendo acabados absolutamente perfectos en las distintas piezas realizadas como teteras, pipas de agua, juegos de café, etc.

La visita por los zocos se cierra con el Zoco de Blaghija, donde podrá comprar un buen par de zapatos y las no menos excelentes babuchas árabes, el Zoco el Kebabjia, donde se encuentran los artesanos dedicados a la pasamanería y la seda, el Zoco Essagha, el zoco de los orfebres que trabajan el oro y la plata y el Zoco Berka, antiguo mercado de esclavos, en el que actualmente se pueden adquirir maravillosas joyas y piedras preciosas en un recinto cubierto con columnas rojas y verdes, toda una experiencia.

Es toda una experiencia para el viajero, y no estará completa la visita a Túnez y sus maravillas sin adquirir algún producto local en los Zocos de Túnez, con un encanto que va más allá de lo singular.